Una imagen miente más que mil palabras
Sí, es bastante cierto. Pero eso vale sólo si la imagen es verídica, si retrata un hecho real.
A través de nuestra página en Facebook muchos de nuestros seguidores compartieron esas fotos y videos con nosotros, pidiendo que los publicáramos para mostrar "la verdad" tras las elecciones en Venezuela. Lo mismo a través de twitter.
Incluso, cuando mi colega Alfredo Ochoa en este mismo espacio
escribía de los retos de cubrir unas elecciones como las venezolanas,
donde la polarización es muy elevada, uno de los comentarios no sólo nos
exigía la publicación de tales fotos, sino que nos acusaba de recibir
dinero del gobierno de Venezuela por no hacerlo.
Sin embargo, esas fotos terminaron siendo de procesos electorales anteriores y no arrojaban luz sobre un hecho ya de por sí bastante complicado y que todavía se encuentra bajo cuestionamiento. La polémica incluso no ha terminado.
Pero el riesgo de "mentir más que mil palabras" va más allá de Venezuela. También tiene que ver con el caso de Boston, donde la información que circuló por redes sociales llegó incluso a confundir a las autoridades y a medios periodísticos.
Ante hechos así, totalmente inesperados, en el pasado nos encontrábamos ante un vacío de información. Pero hoy en día, gracias a la tecnología y a los llamados teléfonos inteligentes, un caudal de relatos, fotos y videos se encuentra potencialmente a la mano. Especialmente tras la maratón de Boston.
Piénsenlo. En la línea de meta había miles de espectadores con sus cámaras y celulares en la mano, ni hablar de la cantidad de medios que estaban ahí cubriendo el evento deportivo.
Lo ocurrido en la maratón de Boston puede considerarse como un ejemplo típico de cómo una audiencia masiva pudo participar en la cobertura periodística a través de redes sociales.
Sin embargo, a la hora de la investigación policial, lo que podría ser visto como una ventaja, terminó siendo un obstáculo.
Sin embargo, esas fotos terminaron siendo de procesos electorales anteriores y no arrojaban luz sobre un hecho ya de por sí bastante complicado y que todavía se encuentra bajo cuestionamiento. La polémica incluso no ha terminado.
Pero el riesgo de "mentir más que mil palabras" va más allá de Venezuela. También tiene que ver con el caso de Boston, donde la información que circuló por redes sociales llegó incluso a confundir a las autoridades y a medios periodísticos.
Ante hechos así, totalmente inesperados, en el pasado nos encontrábamos ante un vacío de información. Pero hoy en día, gracias a la tecnología y a los llamados teléfonos inteligentes, un caudal de relatos, fotos y videos se encuentra potencialmente a la mano. Especialmente tras la maratón de Boston.
Piénsenlo. En la línea de meta había miles de espectadores con sus cámaras y celulares en la mano, ni hablar de la cantidad de medios que estaban ahí cubriendo el evento deportivo.
Lo ocurrido en la maratón de Boston puede considerarse como un ejemplo típico de cómo una audiencia masiva pudo participar en la cobertura periodística a través de redes sociales.
Incluso algunos sitios de noticias en Estados Unidos transmitieron información que al final resultó ser falsa.
Recientemente escuché en la radio a Jamie Bartlett, encargado de redes sociales de la ONG Demos, del Reino Unido. En una entrevista con la BBC decía que en la actualidad observar lo que se comparte en redes sociales podría considerarse una nueva rama de inteligencia, una que las autoridades pueden utilizar para obtener información valiosa.
Sin embargo, Barlett aclara que esto requiere nuevas herramientas, técnicas y sistemas para poder filtrar la información que puede llegar a ser verdaderamente útil.
"Solo porque algo haya sido retuiteado un millón de veces, no lo hace más propenso a ser la verdad", aseguraba el experto en el Today Programme de Radio 4.
Lo mismo pasa en el periodismo y es ese un reto constante que tenemos tanto en BBC Mundo como en el resto de la BBC.
Eso me aseguró Trushar Barot, editor del UGC (User Generated Content), el departamento central de la BBC que trabaja verificando el contenido generado por usuarios.
Al conversar sobre este tema le pregunté cómo hacía él. Su consejo, después de años de lidiar con las imágenes recibidas por parte de nuestra audiencia, es ser siempre escéptico. Siempre.
Hay señales para comprobar la autenticidad de una imagen. Lo primero es establecer lo que sí se conoce de un hecho, gracias a lo que nos pueden decir nuestros corresponsales en el terreno u otras agencias de noticias, y sobre esa base comenzar a juzgar.
Por ejemplo, uno puede ver si el clima en esa parte del mundo corresponde a lo que se ve en la fotografía, o si no hay algún otro elemento en la imagen que salte a la vista.
O -a través de otros procedimientos técnicos con los que no pienso aburrirlos- comprobar si esa imagen fue manipulada o publicada previamente en otro contexto y cuál es su antigüedad. Lo importante acá es reiterar la necesidad de ser cautelosos y verificar los hechos.
Hay un riesgo muy grande en nuestro trabajo: desinformar más que informar al ofrecer datos erróneos. Un riesgo que se repite ante hechos noticiosos grandes, en los que bien sea por equivocación o por mala intención, en muchos casos las imágenes compartidas en redes sociales por el público general no corresponden a la realidad.
Muchos piensan que en el futuro las redes sociales desplazarán al trabajo periodístico. Yo no estoy muy seguro. De hecho, no lo creo. ¿Qué piensan ustedes?
Recientemente escuché en la radio a Jamie Bartlett, encargado de redes sociales de la ONG Demos, del Reino Unido. En una entrevista con la BBC decía que en la actualidad observar lo que se comparte en redes sociales podría considerarse una nueva rama de inteligencia, una que las autoridades pueden utilizar para obtener información valiosa.
Sin embargo, Barlett aclara que esto requiere nuevas herramientas, técnicas y sistemas para poder filtrar la información que puede llegar a ser verdaderamente útil.
"Solo porque algo haya sido retuiteado un millón de veces, no lo hace más propenso a ser la verdad", aseguraba el experto en el Today Programme de Radio 4.
Lo mismo pasa en el periodismo y es ese un reto constante que tenemos tanto en BBC Mundo como en el resto de la BBC.
Eso me aseguró Trushar Barot, editor del UGC (User Generated Content), el departamento central de la BBC que trabaja verificando el contenido generado por usuarios.
Al conversar sobre este tema le pregunté cómo hacía él. Su consejo, después de años de lidiar con las imágenes recibidas por parte de nuestra audiencia, es ser siempre escéptico. Siempre.
Hay señales para comprobar la autenticidad de una imagen. Lo primero es establecer lo que sí se conoce de un hecho, gracias a lo que nos pueden decir nuestros corresponsales en el terreno u otras agencias de noticias, y sobre esa base comenzar a juzgar.
Por ejemplo, uno puede ver si el clima en esa parte del mundo corresponde a lo que se ve en la fotografía, o si no hay algún otro elemento en la imagen que salte a la vista.
O -a través de otros procedimientos técnicos con los que no pienso aburrirlos- comprobar si esa imagen fue manipulada o publicada previamente en otro contexto y cuál es su antigüedad. Lo importante acá es reiterar la necesidad de ser cautelosos y verificar los hechos.
Hay un riesgo muy grande en nuestro trabajo: desinformar más que informar al ofrecer datos erróneos. Un riesgo que se repite ante hechos noticiosos grandes, en los que bien sea por equivocación o por mala intención, en muchos casos las imágenes compartidas en redes sociales por el público general no corresponden a la realidad.
Muchos piensan que en el futuro las redes sociales desplazarán al trabajo periodístico. Yo no estoy muy seguro. De hecho, no lo creo. ¿Qué piensan ustedes?
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